Freud no limitaba a la fase que calificó como oral a la experiencia bucofaríngea y al placer de la succión. Siempre dio importancia al placer de la plenitud, que aporta al lactante un lugar de pasaje y una incorporación significativa de experiencias.
Durante el amamantamiento y los cuidados tempranos, el bebé incorpora una experiencia dividida en dos fases. Es sostenido en los brazos, abrazado contra el cuerpo de la madre, percibiendo su calor, olor y movimientos. Es llevado, frotado, lavado, acariciado, generalmente en un baño de palabras.
En este momento, recordamos las palabras de Barlow, quien denominó a este fenómeno como pulsión de apego.
El pecho, en términos psicoanalíticos, designa la realidad global desarrollada por el niño. Representa una forma de gratitud: piel cálida y suave, al mismo tiempo nutritiva y estimuladora. El goce que aportan las pulsiones de vida invoca la gratitud.
Melanie Klein revolucionó este aspecto con su teoría psicoanalítica. Fue una de las figuras más importantes del psicoanálisis, estableciendo vínculos entre el inconsciente, las fantasías y los estadios emocionales tempranos.
En sus ensayos clínicos sobre la infancia, relata el bombardeo de la expresión del Yo, observando la fijación esquizo-paranoide, donde se realiza una intrusión en los cuerpos. Describe a los niños como seres emocionalmente complejos, enfatizando que tienen fantasías inconscientes que reflejan deseos y temores. A través del juego y del sueño, revelan sus conflictos interiores.
Una relación amorosa y positiva brinda un entorno seguro. Una relación objetal segura fomenta la confianza y mejora la autoestima en los niños.
Finalmente, Klein señala que los aspectos y experiencias tempranas de amor y cuidado tienen una interpretación positiva en el niño.
Toda esta información, para Klein —segunda gran corriente del psicoanálisis luego de Freud—, llevaría al desarrollo de la conducta en el niño.
Fuente de información académica: ZONA, revista de psicoanálisis y pensamiento contemporáneo.